Cuando las musas deciden dejarse caer, no hay quien les eche el freno. Y cuando además si se tiene entre las manos, un texto de Rodrigo García ,que adapté para un trabajo que amé hacer, y  una cámara de fotos casi mágica, el milagro es inminente. La creatividad renace y me apresuro a fotografiarla, a escribirla sobre recortes de papel, que nunca tiré por que sabía que tendrían su utilidad, y a darle vida a un muñeco inerte y solitario que descansa encima de mi radiador. 
Las horas se me vienen encima, entre el humo y la mirada, y mi mente no para de crear instantes para aliviar mi alma, y lo consigue. Me hace sentir feliz, de nuevo viva en este manjar de palabras dañadas, en este espacio que comparto con un flexo verde que se presta para darme luz y  canas. Y me permito que las sombras se mezclen con las risas, que el amor me invada para después darme alas y que los colores que me regala la noche, sean un canto para la libertad que siento al quererme desde dentro.
Y entre Antonio Vega y el calor, me enriquece compartir la quimera que es esta acción poética, en parte creada y en parte adaptada, con vosotros. Las acciones no necesitan leyendas, hablan por si mismas. Ahí les dejo la reflexión. 
 Feliz tarde
| Solo esta, que está dedicad a mi amiga Francisca Cano y a su amiga María Sánchez. Esta frase estuvo durante muchos años, en una pared cerca de la Gran Vía de Cieza. | 
PD: gracias a Isabel Aroca, que sin quererlo ha hecho que esta entrada sea posible.
Un abrazo desde este lado del océano. 
M. Dato. Ca.
 
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